3/12/07

Manifiesto #4

La educación constituye el arma más importante para la conciencia social. Olvidemos el sistema de leyes que bordean el protocolo adecuado para comprender el significado adecuado, ¿¡A quien le importan los sistemas si combatimos contra ellos!? Entendamos la educación desde su punto de vista más oral. La infancia, la niñez, la sabia ingenuidad del hombre bueno por naturaleza, el espiritu dionisiaco de aquel que sin enriquecerse del jugo de uva aplica la actitud del guerrero, que de su vida, hace una obra maestra más allá de lo apolineo, enfoquemos nuestra batalla en la recreación de un nuevo comportamiento, que desde ahí transforma lo simbólico en realidad. No estaremos preparados si los más pequeños no conocen la causa de su constitución, escrita en sus mentes inmaculadas. Fomentemos a aquellos que con su calvicie corporal brillan en el firmamento del hombre por su ocurrencia moral. Olvidemos la experiencia que poco tiene que ver con su significado sintáctico, nosotros nacimos ya enriquecidos de sabiduría, y al parecer, la vamos perdiendo hasta el día de nuestra muerte. Nuestro cuerpo se deteriora con el tiempo, y con él se pierde la razón por la que avanzar. Nuestro peor enemigo: la vejez. Pero no nos desviemos del verdadero tema de esta insignificante porción de manifiesto, sino que centremos el marco teórico en la preparación adecuada del ideal. Queridos compañeros, atended a los más bajitos, a aquellos que a ras de suelo disfrutan de su privilegiada visión bajo las faldas del deseo. Atended y observad como sin tapujos son capaces de escupir a la cara al rey, y este con cara de idiota, verle reir mientras que de su nariz le sigue colgando el verde viral. ¿Que tendran esos cachorros de la revolución, para conglomerar en un acto, la mucosa más verde en tónica de esperanza? Pues yo creo que saben lo que respiran, y sin tapujos ni remordimientos, lo expulsan como antidoto a su ladrón de felicidad. Cuidad de aquellos que estan por venir, a aquellos que duermen de un tirón. Preguntadles por como se sintieron antes de ser acrivillados por el calor del sol, que sin preguntarles nada los arrancarón de su estabilidad. La educación por el valor a vivir, y por el valor a respirar lo que uno quiera absorber, contribuye en la observación y el ansia postuma a creer en la libertad. Ellos son pequeños y receptivos, ellos saben que solamente el jugar y el divertirse es lo único que mata al tiempo, y que si las obligaciones les atrapan, su vejez es cada vez más cercana. Vuestro,

h.Chabert

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