Un juego. Así es la vida. Los naipes caen en el tapete y la suerte lleva una rienda del corcel galáctico, mientras que la otra mano se ciñe al conocimiento del participante. No hay duda, o al menos así debería ser, de que nosotros hace ya un tiempo dejamos de banda aquella obsesiva persecución por obedecer a algún incrédulo, que creiendose a partir de su hurto el verdadero poseedor de un lugar sin dueño, derruimos con el ideal. Pero aún así decimos que no prestamos atención al movimiento de esa mano invisible que nos tiene a todos sujetos por los cojones. ¡No hemos apostado! ¿Quien diablos se han creido esos tramposos para coger el valor de la mesa? Así que se mueven con trampas, que nada de beneficioso podemos sacar nosotros. Parece que asumen la papeleta de ilusionistas. ¿Hasta cuando les vamos a dejar maniobrar con su truco? Un mago deja de ser mago si quien lo cree como tal consigue desvelarle el truco. Pero, sin embargo, somos la única victima que aún conociendo el secreto, le permite maniobrar del mismo modo. ¡Y aún seguimos perdiendo valor! ¿Cuanto tiempo más va a durar toda esta patraña de habilidades de medio pelo? Cortadle esa mano imperceptible. Para que queremos a esta panda de jugadores, si de sus leyes, ellos hacen lo que quieren a su libre albedrío. Desevelad su secreto táctico. Destapad lo que ocultan, por que si somos muchos, demasiadas balas tendrán que utilizar para frenar el chibatazo. Juguemos pues, con la misma cara de la moneda: derruir a esta con el valor de la libre existencia. Vuestro,
h.Chabert
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1 comentario:
mencanta
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